Ficciones geométricas

Estos son ensayos narrativos (eso quiere decir que todo lo que contaré en ellos será mentira) en los que el trazado de la trama está a priori inteligido.

Cuadrado

En un paradero, esperando la 103, están un estudiante de medicina, dos mujeres desilusionadas, un vendedor ambulante que pregona tijeras de aluminio, Manuel que está cansado, un alumno del Liceo Lastarria, un triste desempleado, Josefina y miles de personas más, pacientes e infinitas, entre ellas: Riquelme, que venía de la Biblioteca y se sentía dueño del tiempo a sus 16 años.

La micro no pasaba así que Riquelme optó por caminar a casa (no tuvo que pensarlo dos veces; lo serenaba sentirse planeando ayudado por la gélida brisa de junio), a su llegada lo esperaba una fatídica noticia, lágrimas de su madre y reiterados llamados telefónicos que se vería obligado a atender.

Pocos minutos después de que empezó a caminar, Bastían Gálvez decidió también que la espera se hacía inclemente y tomó un colectivo. Sorpresivamente encontró en él a dos amigos de infancia, los que le comunicaron con tristeza el repentino suicido, ocurrido hace pocas horas, de un viejo amigo que tenían en común.

Círculo

Pretendo escribir cuatro textos breves, reunidos todos bajo el título de "Ficciones Geométricas".

Aparte de ser una de mis primeras incursiones en el género narrativo, destaca asimismo por lo curioso (supongo) del título. Pienso llamar así a los textos porque las microhistorias que en ellos cuente seguirán el camino descrito por cualquier figura o situación geométrica.

Por ejemplo, pienso nombrar a uno "Círculo" y detallar en él mi intención de crear el referido texto, generando un curioso y atractivo efecto Droste que será, como un círculo, infinito.

Líneas paralelas

En el asiento que da a la ventana voy yo, absorto mirando la lluvia y el asfalto; al lado mío, como un mosaico borroso: quince millones de seres humanos.

Son, en varios de mis viajes, como compañeros inseparables la soledad y la nostalgia.

Rombo o diamante

Al comenzar el día fue, aún somnoliento, a ducharse. Con los ojos entrecerrados se miró furtivamente al espejo, no mucho para no sentirse culpable de vanidad. Al salir de la ducha deglutió sin saber cómo un café hirviendo, llegó tarde al trabajo como casi siempre, muchos lo felicitaron allí por su último logro: Un proyecto importante que había conseguido apoyo. Otros más lo ignoraron contribuyendo sin saberlo a edificar los límites de su hogar. Regresó a casa con ganas de dormir y mucho que hacer.

Durante el día, su reflejo se había quedado aguardándolo al otro lado del espejo; jugó dos partidas de solitario, contó gotas de humedad en la ventana que da a la calle y recordó aromas sureños: la tierra después de llover, leña, el sol del alba. Cuando creyó que el día no le deparaba más placeres vio prenderse la luz del baño y se encontró una vez más con un viejo conocido.