Meditaba un albañil -manco por fortuito desenlace mezcla sangre cimiento- tendido sobre su cama, contemplando absorto sus muñones.
Pensaba: "No ha quedado en mí nada esteril o muerto; por todos los ladrillos que dejé yermos, aún puedo edificar moradas.
Puedo aún desde aquí levantar ciudades enteras y levantar una ciudad. Puedo abrigarlos a todos, cobijar la lluvia y templarla, hacerla danzar con el frío, con la promesa de un abrazo.
Yo artífice, albañil, puedo incluirlos a todos otoñales estivales en flor nevados bajo mi techo. Puedo darles de beber a todos, manantiales llenos de ternura y sentido; puedo levantar espejos vivos.
Sembraré jardines interiores, sembraré sangre de mi sangre. Los cimientos serán dulces, levantaré un espacio para mirarnos a los ojos" mientras se dibujaba la ventana en su retina.
He aquí la llave de todas nuestras ciudades enormes: Podemos mirarnos, podemos decirnos, podemos morar.
Ésta debería ser la madre de las explicaciones de toda la enmarañada trama que se empezará a desenredar para ti. Éste texto debería ser francamente un astrolabio, un arriba cardinal hacia donde mirar cuando simplemente los espejos se rompan porque no soportan más las cosas muertas. Ahora debo escribirlo.. no soporto tanta presión
martes, mayo 5
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3 comentarios:
Siempre podrás... sólo mientras quieras
(bonito texto) Si esos son tus ideales, que bueno haberte conocido.
suerte y un abrazo
Lindo.
Tiene un poco de lo mejor de los textos del Antiguo Testamento. Creo...
Esto es como una foto de alguien mas pequeño que causa simpatia y agrado tal que quisieras a ratos ser el en ti.
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