Ésta debería ser la madre de las explicaciones de toda la enmarañada trama que se empezará a desenredar para ti. Éste texto debería ser francamente un astrolabio, un arriba cardinal hacia donde mirar cuando simplemente los espejos se rompan porque no soportan más las cosas muertas. Ahora debo escribirlo.. no soporto tanta presión

sábado, noviembre 22

Analogías

I. Primera sobre el tiempo

Despierto de pronto (no es que hubiera estado dormido) y estoy como siempre en una ciudad. De aquella constatación, de aquella declaración, se asoman con timidez todas las posibilidades: Mirar una calle (una calle cualquiera, pero mía) y descubrirla asintóticamente infinita es sentir el deseo de recorrerla hasta las últimas consecuencias de su despliegue.

Me he empeñado en sentir calor por esta ciudad y por mi ciudad y mis ciudades: Así revelo siempre mi disposición a descubrir, a jugar a lo que no se ha visto nunca.

Hogar es volver y yo vuelvo a la ciudad. Con recelo, con miedo, con desgano a veces (como un toro desganado, con espectadores imaginarios que esperan tanto de mí y que son imaginarios); con paciencia, con soltura, con un goce de viento en la cara y de promesas.

Despierto como siempre (me pongo en el mundo y me doy fuerzas para caminar: este milagro sucede todos los días) y estoy depronto en mi ciudad.

Lo silenciosamente secreto, la epifanía del tiempo ocurre aquí: Cada segundo es fractal, cada paso se esparce cual perfume, cada calle es infinita (he ahí la invitación), cada instante eterno, cada rincón inabarcable.

II. Segunda sobre el tiempo

Soy un instante de certeza o soy un hombre muerto
O soy un momento o soy Rodrigo Muñoz
Soy un anhelo del viento o una cristalización difuminada.

La plenitud puede no ser más que una conjetura:
Aquél es un bello riesgo para correr
y que se nos vaya la vida.

III. Sobre los nombres

Delirios de nominalidad, ¡las pinzas!
Todo nombre es fértil en tanto abre
Nombre ventana, nombre esencia
Ay Adam, ¡tu labor de perfumería solitaria!

3 comentarios:

Anónimo dijo...

No sabía si hablar acerca de la asíntota en este comentario; como ves, ya lo hago:
Cuando pasábamos Descartes en clases le decía a alguien que la asíntota no puede ser otra cosa que la prueba de Dios, y siento (quizás te moleste) que tu texto me valida aquello. Dejemos la idea corriente de Dios, pero conservemos su esencia de Pastor, el cual acarrea todas esas posibilidades en tanto aquella calle nos siga excitando.
Y le dices analogía del tiempo y es analogía, pero hay algo en las analogías tras el biombo que también analogiza en virtud de quien la convoca en el otro lado. Como la clásica doncella medieval peinándose mientras el bardo le canta afuera.
Grosso modo, ese era mi comentario.
Tenía también algo que decir acerca de la III. pero creo que se desprende de todo, y, por cierto, me gustó mucho.
Un abrazo.

Cíniko dijo...

A pesar de ser amante de esta ciudad, y dedicarle una línea siempre por obligación devota, no comparto el hecho de que las calles sean infinitas. Son tan finitas como este poema, aunque si creo en una perspectiva más constructista, que pueden ser itinerantes en cuanto a la observación y significación que cada transeunte le dé a sus adoquines gastados.

Del resto decir que fue un bálsamo cuidado, para una ciudad que a veces estrangula con tanto gris, y que nos hace olvidar muchas veces a través de sus turbulencias lo bella que es si la contemplamos a la luz de su paisaje.

Saludos!

Rodrigo dijo...

Por supuesto todos mis poemas ocurren en Santiago.

Pero estos, precisamente, no hablaban de Santiago sino del tiempo.

Como buen mago no revelaré mis mecanismos, asi que lo dejo hasta aquí.