Carlos es un reciénllegado y ya lo sabe: En Valparaiso el tiempo sólo tiene dos formas de ocurrir:
Aquí parece que todo es el vestigio de algo; de algo que fue azul y tuvo luces distintas. No se trata de hablar de la muerte, sólo constatar la existencia de algo que aparece siempre como un testigo de tiempos pasados.
Valparaiso no está muerto pero no existe en el ahora; todo parece fósil y a la vez proyecto.
En el puerto está todo por hacerse; está la presencia tibia de alguien que vendrá, de algo que tendría que suceder. Las calles serán reparadas y ese escalón que falta aparecerá.
Las quebradas y su fe ciega y sepultada, el vértigo del descenso; todo parece haber existido en tiempos huídos, todo parece ausente de cierta forma y también
Es difícil sentir pertenencia de algo que nos mira siempre en fuga, inasible, inabarcable. La velocidad del puerto sólo consiste en el tránsito de cosas desde un tiempo a otro: Algo que vendría y que ahora parece vivo desde siempre.
Gabriel nació aquí. Baja las escaleras con una infinita paciencia y sin embargo trata de no fijar la vista en nada.
Aprender a vivir en Valparaiso es aprender a sentirse ajeno, es abandonar una natural tentación posesiva; desprenderse de lo que podría ser un habitar permanente, asumir con entereza una identidad foránea que no coagula y que nos da la libertad para mirar a los ojos este fulgor evanescente.
Aquí parece que todo es el vestigio de algo; de algo que fue azul y tuvo luces distintas. No se trata de hablar de la muerte, sólo constatar la existencia de algo que aparece siempre como un testigo de tiempos pasados.
Valparaiso no está muerto pero no existe en el ahora; todo parece fósil y a la vez proyecto.
En el puerto está todo por hacerse; está la presencia tibia de alguien que vendrá, de algo que tendría que suceder. Las calles serán reparadas y ese escalón que falta aparecerá.
Las quebradas y su fe ciega y sepultada, el vértigo del descenso; todo parece haber existido en tiempos huídos, todo parece ausente de cierta forma y también
siempre anunciado.
Es difícil sentir pertenencia de algo que nos mira siempre en fuga, inasible, inabarcable. La velocidad del puerto sólo consiste en el tránsito de cosas desde un tiempo a otro: Algo que vendría y que ahora parece vivo desde siempre.
Gabriel nació aquí. Baja las escaleras con una infinita paciencia y sin embargo trata de no fijar la vista en nada.
Aprender a vivir en Valparaiso es aprender a sentirse ajeno, es abandonar una natural tentación posesiva; desprenderse de lo que podría ser un habitar permanente, asumir con entereza una identidad foránea que no coagula y que nos da la libertad para mirar a los ojos este fulgor evanescente.
4 comentarios:
el fenix renace de las cenizas
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todos somos un pequeño fenix
La verdad... no sé.
Tal vez es un influjo de los pueblos/ciudades costeras. Me pasó este año en Corral, cerquita de Niebla, cerquita de Valdivia.
Un pueblo tan cerca y que con embargo tiene un tránsito temporal tan inaprehendible por nosotros, santiaguinos.
No sé, quizás es nuestro efecto de vivir acá, eso de sentirse ajeno.
Linda tu nota verde en todo caso.
Un saludo.
Hola Primo; Ya me empecé a coordinar con tu blog, se ve interesante, lo iré leyendo con calma. Fue bueno encontrarte el otro día en el edificio de tu polola. Hace tiempo que me gustaría que nos juntemos a conversar un poco y a ver si podemos crear algo juntos en el ámbito artístico. De hecho más adelante haré una invitación colectiva a algunas personas si se dan las condiciones.
Bueno, estamos coordinados. te dejo mi mail personal autonautica@dedicado.cl
Que sigas bien.
Ignacio Muñoz
me dajaste pa'dentro
ayer estuve en VALPO con todo y temporal
la lluvia me limpio la cara y sus calles se llevaron mis huellas
ese puerto tiene Imán y arrebato
muakismuakis
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